La gamificación tiene un potencial impresionante, y no son pocas las razones que llevan a muchas organizaciones a implementarla: desde su poder motivador a su capacidad para fidelizar clientes o para apoyar la transformación tecnológica de la empresa, múltiples son los motivos que la convierten en una herramienta imprescindible en el mundo empresarial actual.
Pero no es fácil lograr que una herramienta gamificada sea efectiva y alcance todos estos beneficios. Y es que la fuerza de la gamificación no reside en la tecnología que emplea, sino en los impulsos psicológicos que generan las dinámicas de la herramienta gamificada. Es decir; en las respuestas psicológicas que los juegos despiertan en el ser humano, y que le hacen engancharse y querer mejorar cada vez más.
Por ello, al desarrollar una herramienta gamificada es vital tener presentes estos impulsos, y saber muy bien cómo estimularlos. Atento:
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1. La competitividad
Incluso aquellos que niegan ser competitivos sienten cierta atracción por el placer que proporciona ganar. Desde hacerse con la victoria en un partido de pachanga de fútbol, a ser los primeros de la clase, o destacar en el trabajo, competir (y ganar) nos encanta. Y si la competición es con gente de nuestro entorno, a quienes conocemos personalmente, la implicación es todavía más fuerte.
De hecho, muchos estudios demuestran que la competitividad es notablemente mayor en los ambientes laborales; por ello, aplicarla correctamente en la gamificación, para que se establezca una rivalidad sana, puede involucrar enormemente a los miembros de tu equipo en la formación e-learning.
2. La diversión
Quizás esta sea la respuesta psicológica más evidente: a todo el mundo le gusta divertirse y pasar un buen rato; ya sea charlando con un amigo, yendo al cine o jugando a algo. La gamificación se hace fuerte tras este impulso, y utiliza una serie de armas para incrementar el factor diversión, con el único fin de motivar más al usuario.
Así, la gamificación usa desde las herramientas más básicas, como clasificaciones, vidas extra o puntos, a otras más sofisticadas, como historias o personajes, y todas con un objetivo común: animar al usuario a seguir avanzando en la formación.
3. Progresar
El hombre es un animal ligado irremediablemente al progreso. Nos gusta sentir que avanzamos, que hoy somos un poco mejores que ayer, y que somos capaces de ponernos un objetivo y, con trabajo, lograrlo. Una buena muestra de ello es el éxito que tienen deportes individuales como el running, con una inmensa mayoría de los corredores participando en carreras populares por el simple hecho de superarse a sí mismos.
La gamificación se vale de este placer por el progreso para incrementar en engagement; ¿cómo lo logra? A través de tácticas presentes en un sinfín de videojuegos: niveles, existencia de distintas pantallas, el aumento paulatino de poderes...
4. Los premios
¿Quién no ha hecho alguna tarea que no deseaba del todo a cambio de una recompensa? El placer que nos producen los premios es algo innato al hombre; y, de hecho, es una herramienta usada en muchas situaciones de nuestra vida cotidiana (por ejemplo, estudiar más para obtener buenas notas y así obtener un premio al final del curso).
Este deseo por ser recompensados es algo que debe recogerse en la gamificación. ¿Cómo? Mediante herramientas ya presentes en muchos juegos: puntos, vidas extra, insignias...
5. El reconocimiento público
Hay que reconocerlo: nos gusta alardear de nuestros éxitos. A todos se nos dibuja una sonrisa en la cara cuando nuestro jefe nos reconoce un mérito, y una satisfacción nos invade cuando un comentario en redes sociales obtiene muchos likes. La gamificación se vale de esta respuesta psicológica para generar engagement, y utiliza herramientas como las insignias o los marcadores para mostrarle al mundo lo bien que lo hemos hecho.