Me encuentro en el acceso a los talleres de la Tarugo Conf 4, el evento que se define como el más awesómico y gallego del mundo. Y no mienten. A la hora de la comida nos traen una selección de empanadas que ni una abuela gallega puede superar. Y, aunque con eso ya sobraría para considerarlo un evento de lo más awesome, aún quedan muchas cosas por ver, empezando por el taller de Belén Gómez sobre una gamificación sin humos.
Belén es CEO de Divertifica y es experta en la aplicación de la gamificación a empresas, procesos y productos de todo tipo. Además es facilitadora de LEGO Serious Play. Y frente a la mirada de varios escépticos, no va a tardar ni una hora en convencernos de la utilidad de este juego serio aplicado a la resolución de problemáticas en entornos corporativos.
Para defender una gamificación sin humos, Belén divide el taller en cinco capítulos. En cada uno de ellos irá rompiendo una idea preconcebida que sobre las posibilidades infinitas del uso de la gamificación y los juegos serios.
Por ejemplo, ¿a quién no le va a interesar leerse el Convenio Colectivo de Oficinas y Despachos? Ironía, modo on. O, por poner otro ejemplo, el documento de RGPD de la empresa. O la prevención de riesgos laborales. Es decir, cualquier documento de extensión superior a las 20 páginas escrito en un lenguaje totalmente corporativo y desapasionado.
Ahora bien, si os digo que las 11 personas asistentes al taller cogimos ese documento con ganas y le revisamos hasta las comas durante 10 minutos, ¿me creeríais? Esa es la magia de la gamificación. Solo se necesitaron tres ingredientes: crear dos equipos, un trivial de preguntas relativas al documento y dar un límite de tiempo. Y lo mejor de todo es que aún ahora sé decir que los días de permiso retribuido por horas de lactancia son 15 y que la jornada anual máxima es de 1765 horas. Retención de los conocimientos aumentada a niveles insospechados.
¿Qué más logró el taller de gamificación en tres horas? Un hecho importante fue hacernos hablar y compartir a todos los asistentes. Éramos un grupo de desconocidos, pero, a través de una serie de normas que Belén compartió con nosotros, de repente nos convertimos en equipos que trataban de aportar lo posible a sus compañeros y compañeras para ganar en las pruebas.
No hay mejor forma de aprender algo que haciéndolo y por ese motivo es especialmente importante la gamificación en procesos que nuestro cerebro interpreta como dañinos. Existe, según nos contaba la experta, una reacción automática del cerebro que levanta una capa de protección cuando identifica una tarea aburrida. A los 10 minutos de comenzar esa tarea, la barrera se relaja, pero la percepción de pereza o inconformidad inicial con la tarea ya ha matizado el inicio.
Esto no ocurre con los juegos. Jugar es divertido y, por tanto, nuestro cerebro se estimula ante la previsión de entretenerse. Gamificar nos permite derribar ese muro antes de que aparezca, envolviendo tareas, servicios o productos de una motivación (intrínseca o extrínseca) y de unas emociones.
Revisando la bolsa que nos había dado Belén al inicio del taller, pudimos comprobar que cada persona contaba con una bolsita con Legos. Empezamos el juego construyendo la torre más alta posible con las piezas de las que disponíamos. La única condición: que tuviera una bandera en lo alto de todo. Cinco minutos más tarde y con alguna que otra torre a punto de caerse, cada persona debía defender las razones de su diseño. No había prototipos malos ni buenos, ya que todos cumplían las condiciones, pero el camino para llegar a esa meta fue totalmente diferente para cada persona.
Ahí empezamos a entrever las posibilidades de estas piezas como juego serio, pero no podíamos ni imaginarnos hasta dónde podría llegar. Una hora más tarde teníamos una lista de más de 20 errores comunes de las reuniones de trabajo y, a su lado, una lista con más de 20 propuestas y soluciones que llevar a cabo.
Habíamos construido a través de los Lego nuestras reuniones más odiadas y las más idílicas y eso nos había permitido expresar algo que quizás con palabras no hubiéramos sabido.
Porque, si hubiéramos hecho la pregunta de qué elementos odiamos de las reuniones, probablemente podríamos haber dicho lo mismo, pero no lo habríamos hecho.
Jugar puede ser algo muy serio a la hora de conseguir ideas innovadoras para tu empresa.