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La teoría del Flow de Mihaly o cómo ser más felices en nuestra rutina diaria

Escrito por Alba Lúa Martín | 25 de septiembre de 2024

Escrito por Alba Lúa      

Seguro que en más de una ocasión, mientras hacías algo que realmente disfrutas, ya sea  alguna actividad artística como leer, dibujar o escribir, conversar con gente de confianza, o incluso resolver un acertijo o cualquier otro reto intelectual, te has sorprendido pensando: “Se me ha pasado el tiempo volando”. Incluso, puede que se te hayan olvidado las ganas de comer o de ir al baño. Según la teoría del Flow de Mihaly esta sensación no es solo positiva, sino que es deseable para alcanzar la felicidad en nuestra vida diaria. Si quieres aprender a desbloquear tu creatividad utilizando estas técnicas seguramente te interese ver nuestro webinar👉

Just go with the flow

¿En qué consiste la teoría del Flow (Flujo), también conocida como de la Experiencia óptima? Mihaly Csikszentmihalyi, doctor en Psicología, formuló en 1975 esta teoría tras realizar numerosos estudios en busca de las claves para la felicidad de los seres humanos. Entrevistó a cientos de personas, entre ellas científicos, artistas, intelectuales, estudiantes, etc. y sus primeras conclusiones le llevaron a determinar que, una vez sobrepasado el límite económico que asegura que las necesidades básicas están cubiertas, un aumento en el salario no influía sobre la sensación de éxito ni la felicidad de estos profesionales. 

A lo largo de sus entrevistas, sin embargo, encontró una sensación común para todas aquellas personas. Un estado de flotabilidad, donde el tiempo se pausa y las personas se alejan de su propiocepción. Un estado de flow o flujo, donde la mente fluye como un río y se olvida del cuerpo. 

¿Cuáles son las características de este estado? 

El propio Mihaly las resumía en una charla TED de la siguiente manera: 

  • Foco: la tarea requiere toda tu atención y te encuentras totalmente inmerso en ella. 

  • Éxtasis: se alcanza un estado trascendental de encontrarse fuera de la realidad diaria.

  • Claridad: la persona inmersa en este estado es totalmente consciente de lo que está haciendo y de cómo se tiene que hacer. 

  • Meta visible: existe una certeza de que se poseen las habilidades adecuadas para poder terminar esa tarea

  • Serenidad: se pierde la consciencia de uno mismo, llevando la mente más allá de los límites del ego. El cuerpo se sumerge en un segundo plano donde se olvida el hambre, la sed y las necesidades físicas básicas. 

  • Atemporalidad: las horas pasan en segundos y hay minutos con una intensidad tal que parecen horas. En este estado no existe el tiempo. 

  • Motivación intrínseca: no existe una recompensa mayor que el tiempo destinado a realizar la tarea, más allá de su conclusión final. 

Más allá de estas características, Mihaly elaboró un gráfico que define los estadios de motivación en relación al nivel de dificultad y habilidad que requiera una tarea para una determinada persona. Por ejemplo, si el nivel de habilidad es bajo, pero la dificultad de la tarea es alta, es probable que la persona sufra un estado de ansiedad o preocupación por no poder alcanzar el objetivo propuesto. Por el contrario, si el nivel de dificultad es bajo y las habilidades son relativamente altas, la persona puede mostrarse excesivamente relajada en la realización de la tarea o, incluso, aburrida.

La clave para alcanzar el estado de Flow consiste en encontrar un perfecto equilibrio entre el nivel de dificultad y las habilidades que requiere la tarea, convirtiéndola en un reto asequible, pero al mismo tiempo estimulante para la persona. 

Cómo aplicamos el Flow en nuestra cotidianidad

Ahora que conoces las características de este estado de Flow, reflexiona: ¿alguna actividad te produce esta sensación? ¿Qué te lleva a perder la noción del tiempo, a avanzar por amor al arte, a olvidarte de tu propia existencia?

La atención plena o el mindfulness son elementos necesarios para alcanzar este estado. Por ese motivo, las actividades que nos abstraen o que nos fuerzan a pensar en el ahora son las soluciones más comunes: el deporte, por ejemplo, o cualquier actividad artística, donde se deja la mente y/o el cuerpo fluir: un paseo por la naturaleza, una conversación relajada con amistades cercanas; bailar, leer o disfrutar de una película o una obra de teatro. 

Si alguna vez has observado a niños y niñas jugar, entenderás perfectamente este estado. En la infancia esa abstracción ocurre constantemente; cuando se aprende a caminar, a comer con una cuchara o a bajar escalones la atención está plenamente puesta en la tarea que hay que acometer. Además, los errores y los límites de cada persona se asumen con humildad y paciencia. ¿Por qué perdemos esa capacidad como personas adultas? En muchas ocasiones es porque nos olvidamos de buscar la parte divertida, nos olvidamos de convertirlo en un juego. 

El flow en nuestros entornos laborales

Con personas adultas, la gamificación es una herramienta tan potente; gracias a ella recuperamos aspectos, mecánicas y estrategias de los juegos y las aplicamos a otros entornos, como puede ser el corporativo o el educativo. Pongamos un ejemplo: seguro que todo el mundo es capaz (tiene la habilidad) de leer un pdf de 60 páginas escrito en un lenguaje comprensible sobre los principios éticos de la compañía, sobre la cultura corporativa o sobre prevención de riesgos, ¿verdad? Sin embargo, es altamente probable que esta tarea genere apatía y aburrimiento a nuestros equipos. Sin embargo, si sumamos un reto, o una narrativa de aventuras o misterio o un sistema de puntos, o una competición interna, algo se despertará dentro. 

Un gran ejemplo de curso gamificado es Game of Diversity, el cual te permitirá comprobar cuáles son las situaciones discriminatorias que más se repiten en tu empresa, detectando quiénes son los colectivos más vulnerables y qué sesgos inconscientes impiden detectar la discriminación. ¿Quieres saber más?

Como empresa, debemos buscar ese estado de Flow tanto en formaciones internas como en la asignación de tareas. No hace falta gamificar todo, ni mucho menos. Pero sí tratar de ajustar las expectativas y las habilidades para mantener siempre la motivación de nuestros equipos. Entrevista a tus profesionales y revisa sus objetivos y metas, al igual que sus habilidades. ¿Necesita nuevos retos o siente ansiedad frente a objetivos poco realistas? Si requieren nuevas habilidades, reserva el tiempo de formación necesario; crea espacios abiertos de comunicación para que puedan comunicar su falta de motivación. Solo así conseguiremos profesionales viviendo experiencias óptimas durante su tiempo de trabajo. Seguro que así, se les pasará volando. 

Alba Lúa
Diseñadora instruccional
Proyectos e-learning