La gamificación y el Game-Based Learning están cada vez más extendidos en todo tipo de ámbitos y, a estas alturas seguramente ya lo hayas experimentado. Su crecimiento en popularidad e implantación no son casualidad y es que hace ya tiempo que quedó demostrada su efectividad con resultados espectaculares, pero… ¿sabrías diferenciarlas?
No te preocupes si la respuesta es “no”, ya que, pese a ser dos estrategias muy diferentes, es un error muy común confundirlas e incluso pensar que, en realidad, son dos nombres distintos para llamar a una misma cosa.
Generalmente, el origen de la confusión proviene de que ambas se basan, aunque de manera distinta, en el juego para alimentar las ganas de querer continuar, repetir y poder superarse, potenciando y mejorando así la calidad de la enseñanza, pero es muy importante conocer sus diferenciarlas para así poder emplear la que mejor convenga y aprovechar todo su potencial.
A continuación, veremos más detenidamente cuáles son las características que las definen y diferencian.
Para empezar, hablaremos de la gamificación, también conocida como ludificación, que consiste en la adición de mecánicas propias del juego (como recompensas, objetivos, interacciones, puntuaciones, narrativa…) en contextos completamente ajenos a este para potenciar actitudes concretas del alumnado, tales como la motivación o el interés, que desembocarán a su vez en un aumento de la tasa de finalización o en un mejor aprovechamiento del curso y del aprendizaje que aporte, entre otros beneficios.
Actualmente está presente en entornos muy diferentes, como en el de los servicios digitales, donde ya prácticamente todos se basan en principios de gamificación. O en el entorno de las empresas, donde está cada vez más en auge, gracias a las posibilidades que ofrece su combinación con las nuevas tecnologías.
Algunas de las claves para identificar una gamificación son que, generalmente, se toma un contenido ya existente y se le añaden los elementos propios del juego, como pueden ser medallas, puntos, una barra de progreso o desbloqueables, creando en la mayoría de los casos mecánicas sencillas y fáciles de entender para mejorar los resultados de las personas que estén realizando el curso cuyo contenido, de otro modo, les resultaría aburrido o poco interesante. Por este motivo, también suele aplicarse en cursos de media o corta duración, ya que si se prolongan en exceso pueden llegar a perder efectividad.
Uno de los elementos que podemos usar para gamificar un contenido es la incorporación de "chatbots", para resolver las dudas del usuario o plantearle desafíos con recompensas, como es el caso en este ejemplo.
El uso de gamificación es ideal en los contenidos basados en la memorización, que busquen la mejora de una cualidad específica o el incremento de la visibilidad y percepción de acciones y comportamientos que de otro modo pasarían desapercibidas. También, cuando, como hemos dicho, disponemos de un contenido que ya está creado y lo que queremos es aumentar, de forma más económica, su calidad y aprovechamiento.
Por lo tanto, unos ejemplos donde se aprovecharía todo el potencial de la gamificación son en cursos de on-boarding, de gestión de equipos, eliminación de errores de los trabajadores o potenciación de características de estos.
A diferencia de la gamificación, en el Game-Based Learning (aprendizaje basado en juegos) no solo se integra los elementos del juego en la formación, sino que la formación en sí misma se convierte en el juego, diseñando las actividades a desarrollar de manera que el juego y el aprendizaje se entrelazan o, dicho de otra manera, es aprender a través de juegos.
Incorpora algunas características como la posibilidad de perder y proporcionan un entorno favorable para poder adquirir, practicar y mejorar habilidades, ayudando enormemente a la retención y haciendo que los usuarios se sientan más comprometidos con la materia, entre otras cosas porque el proceso de aprendizaje es divertido y desafiante.
Algunas claves para identificarlo son que, por lo general, suele tratarse de contenidos más complejos, con un alto nivel de interactividad y donde es posible divertirse mientras se adquieren los conocimientos. Además, entre sus elementos comunes destacan el uso de la narrativa, la competitividad o la posibilidad de experimentar.
Todo esto hace que, el Game-Based Learning, sea ideal para promover el pensamiento crítico y estratégico y para tratar la enseñanza de conceptos complejos, dado que la motivación de los usuarios no caerá si el proceso es demasiado largo y seguirán motivados por más tiempo, pudiendo así condensar grandes cantidades de contenido académico o motivar a alumnos que de otro modo no se mostrarían interesados.
Algunos de los ejemplos donde se puede emplear son en el ámbito educativo, prácticamente a cualquiera de sus niveles o en el campo de las empresas, como por ejemplo en el entrenamiento para el servicio con el cliente o el aprendizaje de dinámicas de trabajo.
En resumen, podemos decir que la gamificación se vale de elementos del juego para potenciar y mejorar la motivación en contenidos de aprendizaje ya existentes, generalmente sencillos, de corta o media duración o basados en la memorización. Y en Game-Based Learning se diseña completamente una actividad de aprendizaje que compone un juego en sí misma, permitiendo usarse para enseñar contenidos más largos o complejos o para mantener la motivación de los usuarios mucho más tiempo.
Estas diferencias serán cruciales a la hora de decantarse por una u otra estrategia y harán, que escogiendo la acertada, mejore enormemente el compromiso de los usuarios potenciando su aprendizaje y felicidad.